Toda la Tierra hablaba una misma lengua y usaba las mismas palabras. Al emigrar los hombres desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego». Emplearon ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa; y dijeron: «Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no andemos más dispersos sobre la faz de la Tierra». Pero Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban edificando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua; siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros».
Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie.
(Génesis 11:1-9)
Me van a disculpar que parta de este relato bíblico pero es que no se me ocurre otra forma mejor de describir lo que ocurre en el mundo del compliance. Hasta hace unos pocos años el término “compliance” era propiedad y dominio exclusivo de unos pocos privilegiados (grandes multinacionales y no todas…) que bien por imposiciones derivadas de la ley SOX (mayoritariamente) o por cuestiones reputacionales, se habían adentrado en este “mágico y misterioso mundo”. Por supuesto sólo unos pocos “arcángeles elegidos” se sentían con el poder y el privilegio divino de asesorar a estas organizaciones por cuantías astronómicas que iban desde entregar tu alma hasta sacrificar a tu primogénito.
Lo más fabuloso de todo esto es que cual druidas o chamanes estos “tocados por los Dioses” tenían la fórmula mágica y secreta para desarrollar estos planes de cumplimiento sin un criterio de comparación y evaluación muy definido.
Pues resulta que en el los últimos años el mundo de la normalización se ha empezado a dedicar a lo que ha hecho durante los últimos más de 60 años, con bastante éxito por cierto, que es fijar normas y modelos internacionales desarrolladas por expertos y bajo CONSENSO INTERNACIONAL, pretendiendo fijar criterios de referencia internacionalmente aceptados aplicables a cualquier tipo de organización, permitiendo de forma adicional y opcional MEDIR Y EVALUAR la aplicación real y completa de sistemas de gestión que persiguen ciertos objetivos, en este caso hablamos de los sistemas de gestión del compliance.
No dejo de observar con cierto espanto, como a pesar del esfuerzo internacional por fijar criterios comunes bajo normas internacionales como ISO 37001, ISO 19600 o nacionales como el caso español de la UNE 19601, muchos países a través de sus muy diversas autoridades de control, regulación o supervisión , entidades y organismos se empeñan en buscar “nuevas lenguas” que sumen más caos al caos, nos seguimos empeñando en crear “nuestros propios criterios” y llamarlos planes de integridad, modelos éticos, planes de prevención de delitos, sistema de cumplimiento, compliance program (todo sabemos que si lo pones en inglés tus honorarios serán más elevados), etc….
Por otro lado está el grupo de presión de los “druidas y los chamanes” que siempre “protegerán su fórmula mágica y secreta” y que por supuesto siempre criticarán a todo aquello que reste “divinidad” a sus capacidades mágicas.
En toda esta TORRE DE BABEL no falta jueces y fiscales, me temo que por cierto desconocimiento sobre el mundo de la normalización, que lanzan sus rayos desde el Olimpo aseverando que una norma no puede sustituir a un Juez o un Fiscal, ¡faltaría más!.
En primer lugar cabe reseñar que una norma no pretende sustituir a nadie (y menos a un juez o un fiscal), pretende que cualquier organización disponga de un modelo de referencia concreto y específico por el cual guiarse para desarrollar un sistema completo de cumplimiento, estableciendo además unos mínimos (que nunca unos máximos) para que se pueda evaluar tanto por la propia organización como si se quiere someter a una evaluación externa e independiente.
Resulta muy “curioso” que los requisitos y recomendaciones de normas como ISO 37001 recojan las recomendaciones de organismos ”tan poco experimentados en esto” como la OCDE, la ONU, Transparencia Internacional, FMI, las Guidelines FCPA de la DOJ, la recomendaciones de la Agencia Francesa Anticorrupción, etc, ¿alguien se habrá parado a compararlos?.
No deja de sorprender tampoco que el mundo de la normalización, que ha servido para fijar estándares para que volar en avión sea más seguro, para que nuestros automóviles sufran menos accidentes, para que los edificios en donde vivimos sean más eficientes, para que la comida con la que nos alimentamos no nos mate, etc., y sin embargo, a ojo de algunos, no sean válidas para mejorar el desempeño en materia de cumplimiento y ética para las organizaciones, curioso si señor, pues debe ser que como esto del cumplimiento surge de la “inspiración espiritual del chamán” es imposible.
He llegado a la conclusión que no me puedo considerar un experto en estas lides, ya que ser un experto presupone cierto nivel de “espiritualidad” del cual carezco, además por supuesto de negarse a aprender y evolucionar; mis disculpas pero intento aprender cada día algo nuevo de los fantásticos/as profesionales con los que me relaciono y de todas las novedades y tendencias que por fortuna surgen a diario, con lo cual en consecuencia soy un novato.
Como novato me han pedido en innumerables ocasiones que revise o evalúe programas de cumplimiento desarrollado por “seres elevados” y curiosamente, quizás por mi falta de capacidad por “ver más allá”, me he encontrado en la mayoría de las ocasiones graves defectos y carencias estructurales de los programas de cumplimiento, que van desde un “copia y pega” descarado, un plan de cumplimiento que consiste tan solo en un Código de Conducta, pasando por evaluaciones de riesgo lamentables, hasta casos con una carencia total de diseño de un programa de seguimiento y control al propio programa de cumplimiento.
Curioso que cuando parece que todos estamos de acuerdo en que extender la cultura de la ética y el cumplimiento a todas las organizaciones es algo positivo y necesario, por otro lado se vean tan “enérgicas” acciones en contra de la “popularización” de herramientas y modelos de apoyo a las organizaciones que además permitan crear criterios de medición inter comparados y objetivos que además facilitan de forma evidente el entendimiento internacional y entre todos los actores de este campo de batalla.
Hay quien prefiere defender a BABEL….”criticando la ambición de los hombres” y empeñándose en defender “viejas lenguas” o inventar otras nuevas, pero ojo, que en este caso la ambición es conseguir entre todos una sociedad más ética y una forma de hacer negocios que deje de favorecer a “los de siempre”. Seguramente las normas no sean la solución perfecta pero es que hasta la fecha organizaciones como TEVA, ODEBRECH o SIEMENS ya habían aplicado “soluciones mágicas” antes de sus famosos incidentes, probemos que ocurre si damos paso a nuevas herramientas, las cuales por cierto, recogen las mejores prácticas internacionales en esta materia.
Iván Martínez López
Presidente Internacional de la World Compliance Association
CEO de INTEDYA
CEO de PREVENSYSTEM
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