Fuente: Cadiznoticias
Los engaños y fraudes existen desde siempre, solo que se van adaptando de acuerdo con nuevos métodos y nuevas épocas. Si bien nadie está exento de recibir un fraude, las empresas cada vez están más prevenidas y armadas con programas tecnológicos para evitarlos a tiempo.
Algunas investigaciones sobre delitos económicos y fraudes determinaron que el último año, el 56% de las empresas españolas sufrieron un intento de fraude, tanto de manera externa como de sus mismos trabajadores. Esta razón, puso a las mismas a trabajar para mejorar y reforzar su seguridad, estableciendo diferentes sistemas de análisis para dispositivos que estén conectados en sus redes. En el mismo estudio, se determinó que la mitad de estos fraudes son cometidos por sus propios empleados, situación que preocupa y exige un control más severo.
Donald Cressey, un prestigioso sociólogo y criminólogo, elaboró una teoría sobre el fraude la cual imprime tres factores que se ponen en juego en una persona cuando comete un delito económico. El primero, se refiere a la percepción de la necesidad, en cuanto un empleado de una empresa se encuentra en una situación económica difícil, y ese motivo lo lleva a realizar fraude. El segundo componente es el de la oportunidad; el defraudador encuentra en su lugar de trabajo y entorno la manera de cometer el fraude y solucionar inmediatamente sus problemas financieros. El tercero, y el más importante, es el de la racionalización. En este sentido, Cressey afirma que a pesar de que quien defrauda tiene conciencia de estar cometiendo un delito grave, se percibe a sí misma como personas honestas, y se siente con el derecho a hacer lo que hace. Este tipo de defraudadores, suelen ser personas que nunca cometieron delitos, y considera que la empresa a la que roban les debe algo.
En los últimos años, se han llevado adelante infinidad de avances tecnológicos preparados específicamente para evitar fraudes y robos de datos financieros. Herramientas inteligentes como la tecnología biométrica, son avances realmente poderosos, las cuales analizan interacciones de humanos y dispositivos, protegiendo a usuarios de ataques o robos de identidad.
La tecnología biométrica se pone en juego a través del reconocimiento facial, huellas dactilares o reconocimiento del iris, y son modos de verificación de digital cada vez más comunes en las condiciones de seguridad de las empresas. Estos procesos de autenticación son verdaderamente rápidos y fácil de usar para cualquier persona y son más seguros que las verificaciones manuales o a través de contraseñas. Actualmente, son muchas las empresas que emplean herramientas y analizan los comportamientos biométricos, pudiendo distinguir entre usuarios reales e impostores y permitiendo frenar los ataques a tiempo.
Además, en la actualidad se desarrollan soportes que combinan inteligencia artificial, con reconocimiento óptico y algoritmos hiper avanzados de visión por computadora, que permiten detectar falsificaciones rápidamente. Sin dudas, invertir en tecnología de avanzada se presenta como una oportunidad única para prevenir el fraude en las empresas.
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