Fuente: Clarín
La entrada en vigencia de la Ley de Responsabilidad Penal Empresaria el año pasado dio impulso a la creación de áreas de compliance (cumplimiento) en las empresas argentinas. Con el objetivo de evitar riesgos de responsabilidad en casos de corrupción, soborno o fraude, se incorporó la figura del “compliance officer”, un profesional —generalmente abogado o contador— a cargo del desarrollo de un programa de integridad para prevenir los delitos alcanzados por la norma: cohecho, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito y publicación de balances e informes falsos.
Aunque la posición ya existía en las empresas multinacionales o en las argentinas que cotizan en bolsa en Estados Unidos, la preocupación por la ética en términos preventivos antes que reactivos (es decir, antes de que sucedan los delitos y no después) es relativamente reciente. Uno de los hitos en este sentido fue el caso Enron en 2001, un enorme fraude corporativo que trajo como consecuencia la ley Sarbanes-Oxley en Estados Unidos: se endurecieron los castigos por destruir, alterar o fabricar registros contables y se establecieron controles para que las firmas de auditoría permanezcan independientes de sus clientes.
“Es un tema característico del siglo XXI”, dice Julián D’Angelo, coordinador ejecutivo del Centro de Responsabilidad Social Empresaria de Económicas (UBA). “Hay que tener en cuenta que hasta 2004 el código fiscal alemán permitía descontar del pago de ganancias las coimas pagadas en países del tercer mundo, que eran asumidas como un costo del negocio”, ejemplifica. Y agrega: “menos del 10% de las empresas en el mundo tienen indicadores y reportes éticos.
En la Argentina, “ha habido un impulso en la creación de posiciones de compliance en las empresas a partir de la sanción de la ley de responsabilidad penal, pero también por los datos de la realidad objetiva que muestran una cantidad de empresarios nunca vista en la causa de los cuadernos”, analiza D’Angelo.
Además, la ley, que obliga a quienes quieran presentarse a licitaciones estatales contar con un “programa de integridad”, le permitió a nuestro país “estar en línea con la Convención de la OCDE contra el Soborno Transnacional”, agrega el académico.
En línea con esta tendencia, las principales escuelas de negocios y universidades argentinas ya ofertan certificaciones y programas de actualización enfocadas en compliance.
El área de cumplimiento tiene más historia en las compañías que pertenecen a grupos cuya matriz está ubicada en Europa o Estados Unidos, que incorporaron el rol de compliance y conceptos como políticas de grupo o código de conducta hace más de 5 años”, señala Laura Crotti, compliance officer para Argentina del Grupo Willis Towers Watson, dedicado a la consultoría.
Considerando los distintos sectores de actividad, esta posición tiene más antigüedad en el mundo de las finanzas “porque inicialmente estuvo asociado a temas regulatorios de sus reguladores naturales, como el Banco Central, la Superintendencia de Seguros o la CNV”, cuenta Crotti. “Con el advenimiento de la normativa en materia de prevención de lavado de dinero, el rol incorporó esta arista regulatoria como propia”, detalla.
La función del compliance officer es transversal a la organización: “Se encarga de concientizar, detectar, elevar y generar herramientas vinculadas con la cultura de la empresa. Como en nuestro país hay una cultura de corrupción, no se trata solamente de lo legal o de las mejores prácticas: se trata de cómo intervenir en la cultura”, detalla D’Angelo.
Lucrecia Airaldi, socia gerente de la consultora que lleva su nombre y que representa a EMA Partners, una de las mayores firmas globales de búsquedas ejecutivas, coincide en que creció el número de empresas que incorporaron el puesto específico de compliance officer. “Antes, el cumplimiento dependía de recursos humanos, de las áreas legales o de las de auditoría. Pero dada la necesidad de mayor transparencia, la tendencia es a desarrollar un área independiente con reporte directo al CEO y participación en el directorio ejecutivo”, señala Airaldi.
Crotti explica que, en los casos de empresas que forman parte de grupos, “por lo general el área es autónoma y reporta directamante a una región o a una línea separada en la casa matriz”. Esto permite “una mirada crítica”, agrega.
Lo que buscan las empresas es “gente que conozca bien los procesos de las organizaciones, el marco legal legal específico y que pueda abarcar la parte de capacitación. En definitiva, el compliance officer es un vocero de la transparencia de la compañía”, informa Airaldi.
“En 2001 la posición no existía. Desde entonces hay una tendencia, un in crescendo”, aporta Jorge Bacher, socio fundador de WeSearch, consultora especializada en búsquedas ejecutivas de alta gerencia. “Cuando tenemos este requerimiento de las empresas, buscamos un perfil que ya haya transitado un camino en esta temática. No son muchísimos, pero sabemos dónde buscarlos”, agrega.
Hace un año y medio, la empresa de seguros San Cristóbal implementó un área de riesgos y luego un área específica de compliance. “Aunque compliance tiene mucho contenido de riesgo, se agregan elementos específicos, como la ética anticorrupción, la mirada legal, la prevención del fraude”, explica Eduardo Sangermano, ex CEO y actual director ejecutivo a cargo de Riesgos, Compliance y Auditoría.
Desde esta nueva área, describe Sangermano, “hicimos entrevistas con las áreas operativas para saber qué cosas estamos haciendo y qué no. Miramos si todas las decisiones que tomamos están documentadas, si todas las acciones tienen un procesos que se puede mostrar y seguir. Y eso lo relevamos tanto en áreas técnicas como en áreas de negocio”.
Según Crotti, “hay un camino hacia un real compromiso” de las empresas. “Por supuesto existen los compliance de escritorio, profesionales y corporaciones que no cuentan con un programa robusto o lo tienen como formularios que se llenan. Pero la realidad es que se van viendo cada vez más profesionales empapados en la noramtiva y que deja de ser algo que se hace para llenar formularios y mostrar frente a una inspección, y se vuelve una mirada instropectiva”, asegura.
“No solamente hay que demostrar que es posible ganar dinero siendo honesto, sino también que ser honesto es la única forma en que se pueden hacer negocios”, concluye D’Angelo.
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