Fuente: ABC
A río revuelto, ganancia de pescadores. Este es un refrán que quien más, quien menos, conoce. Según explica el Refranero Multilingüe del Instituto Cervantes, se refiere a aquellas personas que sacan provecho de las situaciones confusas. Y si hay algo que caracteriza estos tiempos, es precisamente la confusión.
La crisis del coronavirus nos ha dejado una realidad cambiante, que exige que las pymes concentren todos sus esfuerzos en recuperar el negocio. Como consecuencia, pueden llegar a descuidar su seguridad. “En estos momentos de crisis, los defraudadores y los estafadores ven una oportunidad para atacar a las pequeñas y medianas empresas”, advierte Adolfo Torres, sénior de SECOT, quien analiza junto a José Luis Castellano la amenaza que suponen los fraudes para este tipo de negocios.
Precisamente es en tiempos de crisis cuando las empresas deben estar especialmente alerta para evitar que un fraude pueda convertirse en la puntilla que acabe con el negocio. “Como bien sabemos, en épocas difíciles -y esta lo es- toma fuerza uno de los peores enemigos de nuestras empresas: el fraude. Francamente, me preocupa la seguridad de nuestras pymes”, reflexiona Adolfo Torres.
En este sentido, José Luis Castellano, también miembro sénior de SECOT, considera que identificar qué tipo de fraude empresarial puede sufrir una pyme es un buen punto de partida para aprender a combatirlo. Así, el experto diferencia entre ataques internos y externos en función del lugar que ocupen las personas que los perpetran respecto a la empresa.
“El fraude empresarial puede ser interno, que es el que se da cuando los autores son personas de la órbita interior de la empresa, o externo, aunque también puede contar con coautorías o complicidades dentro del negocio”, explica José Luis Castellano. En este sentido, el fraude interno suele ser el más difícil de detectar, a juicio del experto. “Esto es así porque es un tipo de ataque que no se espera”.
De hecho, en los fraudes internos, el defraudador suele conocer bien la empresa por dentro. Además, suele contar con su confianza y juega con ventaja para ocultarlo. “El fraude podría detectarse en una investigación interna y el empleado responsable podría ser sancionado, despedido e incluso denunciado ante la justicia”, apunta Castellano.
En cualquier caso, la mejor manera de defender una empresa de un fraude interno es invertir en seguridad y formar al personal. Una inversión que cobra especial sentido si se conocen bien los costes que puede acarrear para el negocio sufrir un ataque de este estilo. A continuación, Adolfo Torres y José Luis Castellano ofrecen algunas claves que ayudarán a las pymes a conocer un poco mejor este tipo de problemas para conseguir evitarlos.
“El empresario debe mantener un estado de alerta permanente que le permita adelantarse a un posible fraude. En esta tarea nadie tiene más interés que él, por eso la inversión en seguridad se revela como el elemento básico y fundamental del éxito de nuestra empresa”. José Luis Castellanos llama a las pymes a invertir en seguridad.
En este sentido, recomienda proteger tanto los bienes materiales como la información sensible que está en las oficinas. “Yo siempre aconsejo invertir dinero en tres tipos de medidas: físicas como puertas, cajas y cámaras de seguridad; de gestión como auditorías internas, cuadres de efectivo e inventarios por sorpresa; e informáticas, como parches de seguridad y alarmas”.
Para prevenir el riesgo de sufrir fraudes internos, la formación del personal es esencial. “Hay que formar al personal respecto de las consecuencias de sus propios actos y su responsabilidad ante la Ley e implementar controles informáticos por áreas de trabajo o departamentos. También podemos restringir la circulación de información sensible”, recomienda el experto.
Si todavía te estás planteando si merece la pena o no invertir en la prevención de fraudes en la empresa, conviene que conozcas los costes que puede acarrear el hecho de ser víctima de uno de ellos. De hecho, detrás del fraude empresarial hay otros costes añadidos que al principio no se advierten pero que, a fin de cuentas, incrementan la cantidad defraudada.
Coste de imagen: el fraude empresarial deteriora la imagen que identifica a la empresa frente a sus clientes y público en general y menoscaba la inversión hecha para su creación.
Distracción de recursos para combatir el fraude: la empresa se ve obligada a destinar recursos para combatir el quebranto económico producido, incurriendo en costes no presupuestados.
Restauración del equilibrio emocional del personal: el fraude afecta también a la moral y a la eficiencia de la fuerza de trabajo. Restaurarla supone gastos, tiempo y esfuerzo. En muchos casos es incluso irrecuperable
Coste reputacional: la credibilidad empresarial es un activo que se construye en el tiempo, trabajosamente y con ejecutoria constante. El problema es que se puede quebrar en un instante. Por eso, una eventual pérdida de negocio por fraude conlleva una pérdida de reputación que costará mucho tiempo y dinero revertir. Es económicamente recomendable frente a conductas defraudadoras. Gastar dinero en prevención y defensa es una de las más valiosas inversiones de la empresa.
En épocas de crisis el fraude tiende a incrementarse porque, tal y como explica José Luis Castellano, cuando hay mayor pobreza normalmente se generan más delitos. “La necesidad y la picaresca potencian el fraude en épocas de crisis. Actualmente, esto abunda bastante en nuestro país”.
En 2010, en plena crisis financiera, incluso la Seguridad Social reportó un crecimiento del fraude del 60%. En 2012, el fraude en el sector de seguros creció el 30%. Mientras, el 67% de los casos de fraude empresarial en 2016 fue de carácter interno, según el Informe Anual de Fraude corporativo 2016 de la consultoría WINTERMAN.
En época de crisis o de necesidad, es fundamental mantener los ojos más abiertos que nunca e invertir en seguridad.
Vanesa Gil, manager de Ciberseguridad de BBVA, recuerda los riesgos derivados de la tecnología a los que se ven expuestos los negocios, especialmente en situaciones como la actual. También que la información es uno de los activos más importantes de la empresa, por lo que es imprescindible protegerla para garantizar la continuidad del negocio. En este sentido, propone la implantación de las siguientes medidas de seguridad:
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