Autora: Silvia Perea ABROADING
Fuente: Expansión
Hace unos días, mi sobrina me contaba con vivo entusiasmo que, en el futuro, habría máquinas para todas las profesiones y la labor de los humanos se iba a limitar a apretar un botón.
Salvada la mirada infantil, me pareció que, en general, la impresión que se tiene de la aplicación de la inteligencia artificial en el sector legal es muy similar. Parece que las herramientas desarrolladas con un fuerte componente de inteligencia artificial son elementos casi mesiánicos que pueden sustituir en gran medida la labor de los abogados, relegándolos a una función de meros controladores.
Sin duda, el potencial de estas herramientas resulta innegable y, me atrevería a decir, casi abrumador, por cuanto en ocasiones giran en torno a una suerte de tierra prometida tecnológica que nos liberará, ya no sólo de tareas con un alto componente repetitivo, sino además de tareas más complejas propias del entendimiento humano. ¿A quién no le resultaría atractivo desprenderse de la extracción manual de datos para la confección de métricas internas o, más aún, de la lectura y análisis de una larga y tediosa demanda? Demasiado tentador para negarse. Sin embargo, cuanto más altas son las aspiraciones, más grandes son los mitos y leyendas que se generan en torno a ellas. Y este caso no es una excepción.
Una de las aspiraciones más ansiadas quizá sea la relativa a la revisión contractual, no tanto como herramienta de gestión o búsqueda avanzada, sino como herramienta propiamente de análisis, capaz de arrojar propuestas y alternativas ante la identificación de determinados riesgos. Y tal vez ésta sea una de las grandes leyendas. La integralidad. Y es que, a fecha de hoy, si bien existen soluciones parciales que aligeran algunos de los aspectos más estándar de la abogacía, en ningún caso, se trata de soluciones integrales y autónomas que colmen dicha aspiración.
En la práctica, muchos equipos legales han agilizado sus procesos internos con la implementación de herramientas de inteligencia artificial, logrando así la gestión de gran volumen de documentación en tiempo récord y con un margen de error muy reducido, de la mano de tecnología especializada, sí, pero también de un componente humano activo que valida o rectifica los resultados arrojados por la máquina. El componente humano sigue siendo necesario, y por ello, la sustitución del abogado por la máquina actualmente sigue siendo una utopía.
Y es que la inteligencia artificial es artificial por algo, y no solamente por la carencia de un factor biológico obvio, sino porque necesita ser entrenada previamente por el ser humano, lo que la coloca, hablando en términos académicos, en la posición de un alumno estudioso, eso sí, con una memoria particularmente prodigiosa. Y ésta es otra de las grandes leyendas que se ha creado en torno a este tipo de herramientas. La inmediatez. En el seno de muchos equipos legales se ve su implementación como una solución rápida y efectiva desde el inicio. Sin embargo, estas herramientas deben nutrirse con vastísimas bases de datos a fin de anticipar casuísticas y minimizar su margen de error. Es decir, la máquina aprende, pero hay que enseñarle, lo cual supone una importante inversión de tiempo y dedicación por parte del equipo legal y de los encargados de desarrollo tecnológico y, en consecuencia, los resultados serán directamente proporcionales a dichos esfuerzos. Además, se da la paradoja de que la labor de aprendizaje de la máquina, transcurre de forma paralela al desaprendizaje del ser humano, que debe redefinir y cambiar sus hábitos.
Asimismo, no debemos perder de vista que la implementación y desarrollo de este tipo de soluciones implica en muchos casos una importante inversión de recursos financieros, que no está alcance de todos los equipos legales o del presupuesto de sus proyectos. La accesibilidad es otro de los grandes mitos del sector. Dado que no existen desarrollos estándar, sino que deben ejecutarse ad hoc para cada supuesto, es imprescindible valorar si el volumen y las características de cada proyecto justifican la implementación de estas herramientas.
Nadie sabe lo que nos depara el futuro y los progresos de la técnica, pero es pronto para presagiar los avances que a corto o medio plazo puedan producirse dentro de la inteligencia artificial aplicada al sector legal. Mientras tanto, seguiremos anhelando la ansiada tierra prometida.
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