Tras dos años de haber tomado la decisión de asociarme a la WCA movido en aquel entonces por ese deseo personal de acrecentar mis competencias en el ámbito del cumplimiento y su amplia gama de materias vinculadas (gestión de riesgos, auditoría, defensa penal corporativa, etc.), puedo hoy decir sin ambages que los resultados obtenidos permiten catalogar dicha decisión dentro del folder de los grandes aciertos de la profesión. Y ello por la simple razón de que, tras “tirar cuentas”, se llega a la conclusión que este esquema de afiliación constituye una efectiva vía de acceso a la formación en este especialísimo campo de aplicación, sin términos preclusivos en el tiempo y sin límite en la especialización. Por esta y otras múltiples razones, puede considerársele un auténtico modelo disruptivo dentro de los distintos formatos de capacitación. A esta corta reflexión me ha llevado un pensamiento fugaz sobre aquella carpeta, cada vez más amplia, de los certificados de asistencia que deposito allí tras cada sesión formativa auspiciada desde la Asociación.
Un camino disruptivo hacia la adquisición de conocimiento y la necesaria capacitación continua de todo perfil relacionado con el mundo del cumplimiento, pues quizá como difícilmente lo consigue otro colectivo profesional, la diversificación gnoseológica de la Asociación ha suministrado una llave de acceso a un dinámico y riquísimo campo de conocimiento, hasta hace poco tiempo inaccesible, tradicionalmente asequible sólo a través de las cerradas estructuras escalonadas de programas de postgrado (especializaciones, maestrías, doctorados, etc.). Y es que otrora el acceso a contenidos de buena calidad no sólo chocaba de frente con dificultades, a veces insalvables, como la disposición de un presupuesto considerable destinado a formación, la presencialidad física y horarios inflexibles, sino también, muchas veces, implicaba la suspensión temporal de una vida laboral y familiar para cruzar las fronteras en la búsqueda de tales contenidos.
Son estos dos años de conexión constante, apelando a un análisis retrospectivo e introspectivo, los que me permiten hoy afirmar que este modelo de asociacionismo constituye un auténtico acierto formativo; un modelo con unos rendimientos en comprensión conceptual y aprehensión práctica, propios del más adicto autodidacta, que muchas veces envidiarían los más preciados cursos universitarios de postgrado. Y ello no sólo porque cada día se puede acceder de la mano de los más reputados expertos a exposiciones magistrales de contenido diverso, de alta factura y en distintos formatos (seminarios, cursos, charlas, congresos, etc.), sino además por la misma posibilidad que como asociado se tiene de integrarse en comités técnicos que permiten una verdadera aplicación práctica. Una ruptura con respecto a la forma tradicional de accesión al conocimiento, pues además del ir y venir transfronterizo virtual que permiten hoy las tecnologías de la información y las comunicaciones hacia esos contenidos producidos en distintas latitudes, se puede disponer de los mismos gracias a los repositorios en la nube alimentados a diario por la Asociación.
La formación tradicional escalonada en sus distintos formatos, a juicio personal, deberá seguir conservando su lugar como vía de acceso a las bases de un conocimiento especializado y como mecanismo de validación de unas competencias que deben certificarse para generar confianza sobre la praxis profesional; también para la reformulación de las mismas bases epistemológicas sobre las que se construye el conocimiento, propio de la universidad. Empero ello no impide resaltar que este modelo de asociacionismo reporta unas ventajas que permiten al asociado desmarcarse del profesional que se contrae a la sola formación tradicional: Porque además de que el acceso voluntario al conocimiento especializado, continuo y diversificado permite al profesional mejorar su capacidad de discernimiento y aplicación experiencial, las propias organizaciones vienen entendiendo que “fichar” a uno de estos “adictos autodidactas” les reporta un valor agregado sobre las solas bases cognoscitivas de la titulación oficial proporcionada por esa espiral de “mejora continua” acendrada en la permanente instrucción. Que sea esta reflexión, pues, también una oportunidad para invitar a los apasionados por el cumplimiento a embarcarse en esta espiral de conocimiento y constante crecimiento a través de su correspondiente Capítulo nacional.
Por: Jorge Andrés Amézquita T.
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