Fuente: Cinco Días
Traducir las cláusulas complejas de un contrato mediante ilustraciones para reducir la litigiosidad o hacer un cómic con las políticas de prevención del blanqueo de capitales de las grandes empresas a fin de que se entiendan fácilmente. Son solo dos aplicaciones prácticas de lo que se conoce como design thinking. Se trata de una técnica que está empezando a irrumpir en los despachos de abogados y en las firmas legales. A través del diseño, y observando al usuario para identificar sus necesidades, trata de analizar un problema con el objetivo de darle una solución creativa.
Aunque la metodología no es nueva, pues nació hacia 1970 de la mano del profesor norteamericano Herbert Simon, Premio Nobel de Economía por sus “investigaciones pioneras sobre el proceso de toma de decisiones en las organizaciones económicas”, sí lo es su aplicación al sector legal.
Como explica Laura Fauqueur, fundadora de la agencia de pensamiento de diseño Legal Shake, “tiene muchas utilidades” orientadas a la práctica jurídica. “Nos permite diseñar documentos para hacerlos digeribles y atractivos, por ejemplo, podemos redactar una política de privacidad que al usuario le resulte cómoda de firmar”. Pero también se emplea “para crear nuevos productos” legales, como software que faciliten la gestión de los bufetes, o para “mejorar los procesos de las organizaciones” en su toma de decisiones. En general, “se puede usar en todas las situaciones en las que se detecta que algo no funciona bien. Y en la administración de justicia esto se da mucho”.
El desarrollo del design thinkink consta de varias etapas. “En la primera recogemos toda la información sobre el problema, sin sesgos; después fomentamos el pensamiento divergente mediante la proposición de muchas posibles soluciones; en tercer lugar, hacemos un esbozo de solución que le presentamos al abogado para confirmar que vamos en la buena dirección; y así vamos probando hasta tener la versión final”, detalla Fauqueur.
En todo este proceso, el diseño es fundamental. Como explica Marelisa Blanco, abogada y dibujante de la consultora de diseño legal Akme, a través de infografías, comics, storytelling (narración de historias) o, incluso, mediante vídeos de animación o realidad aumentada dan respuesta a los problemas jurídicos de sus clientes. Para ello, cuentan con un “equipo líquido” formado por distintos profesionales, destacando la presencia de abogados y diseñadores.
Entre sus proyectos, llama la atención un cómic sobre cumplimiento normativo dirigido a los trabajadores de una empresa, otro que les encargó un bufete de derecho de familia para explicarle a los niños cómo son los procesos de divorcio o el diseño de diferentes contratos de trabajo con cláusulas de confidencialidad. “El mundo de la propiedad intelectual, por ejemplo, puede ser muy etéreo”, por lo que resulta conveniente “bajarlo al suelo” mediante ilustraciones que “aporten valor”, señala.
Actualmente, el design thinking se une a otras tendencias vanguardistas que están revolucionando el sector legal. Cristina Retana, directora de Contenidos e Innovación de Wolters Kluwer para España y Portugal, destaca que la “automatización de documentos” debido al elevado volumen de información que tienen que manejar los abogados manualmente, el “análisis predictivo” de sentencias para “extraer patrones en cuestión de segundos”, mediante herramientas como Jurimetría, o el “metaverso” marcan las principales corrientes en Legaltech, término que se refiere al uso de softwares para prestar servicios jurídicos. Otro fenómeno en auge “es el ejercicio virtual de la abogacía, donde se van a hacer cada vez más necesarias las plataformas colaborativas con los clientes que sustituyan al actual intercambio de correos electrónicos”.
En este proceso de transformación de las firmas legales destacan programas como el Plan Acelera Pyme. Se trata de un proyecto del Gobierno para subvencionar la implantación de distintas soluciones digitales en los despachos, como ContractBox, un software que gestiona el ciclo de vida de los documentos con sistemas de alertas de cambios legales, o las herramientas de cumplimiento normativo Complylaw.
Global Legal Hackathon. El design thinking se puso en práctica en el Colegio de Abogados de Madrid durante el pasado fin de semana. En el marco del Global Legal Hackaton, un evento internacional de desarrollo de herramientas tecnológicas destinadas a los profesionales del Derecho, diferentes equipos multidisciplinares compuestos por abogados, desarrolladores informáticos, diseñadores o comunicadores compitieron de manera amistosa por el diseño y creación de diferentes soluciones digitales llamadas a resolver los problemas relacionados con el funcionamiento de la administración de justicia, tanto a nivel social como empresarial. Esta metodología se utilizó para optimizar el poco tiempo del que disponían los participantes para innovar.
Ayudar al refugiado. Uno de los retos establecidos por Legal Shake, agencia de pensamiento de diseño, y por la compañía Derecho Práctico Media, las organizadoras del Global Legal Hackaton, fue responder a las necesidades jurídicas de los refugiados. En este sentido, los equipos participantes tuvieron que aplicar el design thinking para hacer que la guía que elabora la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) sea más comprensible para las personas que demandan asilo, tanto en la forma como en el fondo. Según aseguraron las entidades promotoras, los beneficios obtenidos con este evento tecnológico se destinarán a CEAR.
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