Fuente: Expansión
Por Diego Cabezuela. Círculo Legal Madrid.
Nadie lo hubiera sospechado hace sólo cinco años, pero pocas inversiones ofrecen hoy mayor rentabilidad a las empresas que las destinadas a potenciar sus sistemas de compliance.
Las organizaciones que cuentan con un buen programa de cumplimiento transmiten respeto y confianza al mercado, y esto potencia sus transacciones.
En corto espacio de tiempo, los valores del ecosistema empresarial se han transformado.
Nadie quiere ya, compar, ni vender, ni tener como socios de negocio a entidades desorganizadas, aunque ofrezcan mejores precios u oportunidades.
En realidad el compliance nació como una simple o no tan simple herramienta de protección frente a la Responsabilidad Penal de las Personas Jurídicas.
En un momento dado, los Estado decidieron que había llegado el momento de que las organizaciones privadas empezaran a ocuparse de sí mismas y de traspasarles la responsabilidad de prevenir los delitos que pudieran cometerse en su esfera de control. Las obligó a ponerser del lado de la ley.
En España, la aceptación por parte de los empresarios de los sistemas de compliance y los cambios que éste suponía, fue lenta y difícil.
Tras la reforma del Código Penal de 2010 que intrudujo este marco de responsabilidad y, durante varios años, el recien llegado compliance vivió sumido en la más completa indiferencia. La mayoría de los empresarios creyeron, o quisieron creer que era una especie de moda pasajera, y se resistían a modificar sus hábitos de gestión.
Sin embargo, era un cambio que traía bajo el brazo un nuevo modo de hacer las cosas y que había llegado para quedarse.
Fueron las multinacionales con matrices en países donde ya existía la respondsabilidad penal de las organizaciones, -sobre todo las de Estados Unidos, empujadas, desde una década antes, por la Sarbanex Oxley Act de 2002-, las que abrieron el fuego, cuando, a parte de poner en práctica sus propios programas de prenvención penal, códigos éticos etc, comenzaron a exigírselo a sus contratistas españoles.
Esto sí que dio un vuelco a la situación. Los empresarios entendieron, entonces, que, al margen de poder ser o no blanco de sanciones penales, para mantenerse en el mercado y conservar sus clientes, era imprescindible incorporar esta nueva realidad a sus empresas.
Inciada está forzada toma de conciencia, el compliance, nacido para evitar los delitos, comenzó pronto a extenderse a todas las áreas de las organizaciones susceptibles de poder generar inclumplientos y sanciones, aunque no fueran penales: laboral, tributario, competencia, acoso etc.
La potenciación de los canales de denuncia interna y, posteriormente, el blindaje de los denunciantes impuesto por la Directiva UE 20219/1937 acabaron por delimitar un potente concepto integral de la autogestión de los riesgos que, no sólo se suponte que ha de evitar las sanciones, sino que constituye, a su vez, una garantía para los terceros que se plantean contratar o establecer relaciones con una determinada entidad.
Por otra parte, mientras asistíamos a la progresión de este proceso de expansión del ámbito del compliance, tomaba cuerpo una nueva cultura empresarial basada en superar la idea de simplemente evitar las sanciones, y avanzar hacia una auténtica ética de los negocios. Una cultura, que, para las nuevas generaciones, es ya parte inseparable del entorno en el que se inician en el mercado laboral.
Más recientemente los ESG, con su seductor mensaje ético de protección del medio ambiente, cuidado y respeto al capital humano de las organizaciones, y a la pureza de su gobierno corporativo, han elevado mucho más el listón. Es una especie de compromiso con el futuro, que otorga a las empresas que lo incorporan, un plus formidable de reputación.
Las herramientas de control se han sofisticado a toda velocidad. Desde la que permiten informacion en tiempo real de cualquier potencial cliente o socio de negocio hasta los controles basados en Inteligencia Artificial.
Los indicadores de cumpliento normativo KPI (Key Perfomance Indicators), definen objetivos de control, establecen proceso de monitorización del funcionamiento del sistema y detectan en corto espacio de tiempo cualquier posible incidencia.
Algunas organizaciones cuentan con métricas para valorar la mejora, o el empeoramiento de sus sistemas de control, y las más avanzadas intentan ya establecer una correlación numérica entre los recusos económicos, técnicos y humanos que invierten en mejorar su sistema de compliance y los beneficios, que, a la hora de la verdad, aparecen en sus balances y cuentas de resultados.
Algunas entidades financieras, que todos considerábamos modélicas, se han visto recientemente envueltas en procedimientos judiciales, que han dejado al descubierto actuaciones oscuras y fallos graves de control. Todas ellas se han visto obligasdas a enmendar errores y rectificar sus procedimientos.
Es un buen mensaje para todos sobre cuáles son las reglas del juego en este nuevo escenario empresarial. No habrá recursos mejor invertidos por estas entidades que los que empleen en restañar esas brechas de control y restablecer su credibilidad ante los ciudadanos.
Los recursos que se emplean en compliance han dejado de ser un gasto y se han convertido en una inversión.
https://www.expansion.com/juridico/opinion/2022/10/04/633c5ab8e5fda86f8b460c.html
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